El diario de un pediatra

Hablemos acerca de medicina, la vida, como mejorar la salud de nuestros niños, etc. Comentarios y sugerencias son bienvenidos

27 junio 2007

Cuando el hijo llega enfermo...

Tomado del boletín de equipo Gama

Fernando Pascual


fpa@arcol.org

El autor es colaborador de www.analisisdigital.com, www.conoze.com y http://es.catholic.net



Bentley Glass (1906-2005), un famoso genetista, escribió hace años que no debería nacer
ningún hijo con defectos.

En un artículo publicado en una revista científica en 1971, decía literalmente:
"En el futuro ningún padre de familia tendrá derecho de cargar a la
sociedad con un hijo deforme o mentalmente incapaz". Apoyaba esta idea con
la defensa del derecho a nacer con una sana constitución física y mental.

Han pasado más de 30 años de unas afirmaciones que eran, en su tiempo, una provocación, un reto, casi una amenaza. Hoy día, sin embargo, las palabras de Glass están convirtiéndose en una triste realidad: con o sin presiones, muchos padres deciden no acoger la vida del hijo que llega enfermo. Usan, para actuar así, la misma excusa propuesta por Glass: todo niño tendría derecho a nacer sano. Lo cual se ha convertido en negar el derecho a nacer para los hijos enfermos.
Muchas sociedades, hemos de reconocerlo en justicia, han hecho un trabajo enorme para permitir el acceso a los edificios y a la vida comunitaria de personas con lesiones o enfermedades de diverso tipo. Pero ese esfuerzo a favor de los minusválidos convive trágicamente con la eliminación de miles y miles de hijos antes de nacer, porque un test genético o una ecografía descubrió en ellos defectos de mayor o menor gravedad.

En un libro publicado el año 2002, Leon Kass, conocido experto de bioética en los Estados Unidos, exponía esta anécdota. Un médico, acompañado por sus alumnos, visitaba a los pacientes de un hospital anexo a un centro universitario. Se detuvo ante un niño de 10 años que estaba allí por haber nacido con espina bífida, pero que en lo demás era bastante normal. En voz alta, delante del niño, explicó a sus alumnos: “Si este niño hubiera sido concebido hoy día, habría sido abortado”.

Ver al hijo enfermo como una carga, pensar incluso que sería normal o que existiría
una “obligación” de eliminarlo, debería provocar una sana reacción
de alarma. No podemos permitir que se discrimine, que se margine, que se
elimine, a un ser humano por el hecho de tener defectos. Necesitamos
movilizarnos, a nivel personal, familiar, social, en el mundo de la cultura y
de la medicina, para que nunca una enfermedad o un cromosoma se conviertan en
un permiso, o peor aún, en un mandato, para eliminar al hijo.


Las afirmaciones de Bentley Glass viven hoy día entre quienes, a través de la
fecundación artificial, buscan “producir” hijos sanos. No nos
advierten de la doble injusticia que se esconde en esas “producciones”:
por un lado, recurrir a la fecundación artificial, con todos sus peligros y con
su tendencia a considerar al hijo como objeto; por otro, escoger, después de un
análisis genético, sólo a los embriones (hijos) sanos, mientras los embriones
enfermos son eliminados o congelados de modo indefinido.


El progreso de la medicina diagnóstica y de la genética debe ir acompañado por un
progreso en la justicia y en el amor hacia todos y cada uno de los seres
humanos. Conocer la situación sana o enferma de un hijo tiene sentido
humanizante sólo si buscamos cómo curarlo y cómo atenderlo de la mejor manera
posible.


Un test nunca debe convertirse en un permiso para matar. Más bien, el test tendrá
que ser siempre un medio para ayudar y proteger la vida de cada ser humano. Lo
cual será posible sólo si el test está acompañado por una conciencia recta y
por un corazón bueno, capaz de reconocer que, siempre, sin condiciones, cada
vida humana es algo maravilloso, merecedor de nuestro amor y de la mejor
asistencia médica.



Etiquetas: , , ,

Google

08 junio 2007

¿Que es ser buenos padres?

Esto lo escuché de la radio vaticana mientras venía a trabajar, pensé en redactar un nuevo artículo pero al volver a leerlo preferí hacer un copypaste y citar la fuente, leánlo lentito y reflexionemos



Nadie duda que para ser buenos padres se necesita una gran dosis de
amor, paciencia, ecuanimidad, comprensión, disciplina, flexibilidad,
para mencionar sólo unos cuantos. Pero quizás lo que más necesitan los
padres para formar hijos dotados de las virtudes y capacidades que les
permitan llegar a ser unos buenos seres humanos es ser padres
valientes, es decir tener la fortaleza necesaria para hacer lo que más
les conviene a los hijos, por duro que sea.



El compromiso de ser
padres los enfrenta a diario en situaciones que requieren mucha
valentía para no tomar el camino fácil y privar a los hijos de los
límites que son vitales para que no sólo se rijan los principios que
les inculcamos, sino que tengan la fortaleza para ponerlos en práctica.




La vida cotidiana esta llena de ejemplos de valentía. Se
necesita valor no recibir al pequeño en nuestra cama cuando a media
noche nos suplica que le dejemos dormir con nosotros; para no llevarles
el libro olvidado al colegio cuando nos llaman implorando que se lo
hagamos llegar; para no darles nada más de lo que estrictamente se
merecen por mucho que rueguen que quieren más; para no ayudarles a
hacer la tarea que no cumplieron a tiempo así pierdan la materia; para
no pagar la fianza y evitar que los arresten cuando es importante que
aprendan que sus errores tienen amargas consecuencias. Todo ello
requiere valor.



Lo que necesitan los hijos no son padres
condescendientes y que vivan dedicados a darles todo, como
lamentablemente se siente es la tendencia. Los hijos de nuestros
tiempos necesitan de padres valerosos, capaces de cuestionarse y tener
la fortaleza para comprometerse tan seria y profundamente en la
formación de sus hijos que hagan lo que sea preciso para formarlos como
personas correctas por difícil o doloroso que pueda resultarles.



Muchos
de los problemas de los hijos hoy en día son el resultado de confundir
el ser buenos padres, es decir valientes, con ser padres
condescendientes. Los padres condescendientes trabajan muy duro con el
fin de ofrecerle todo a sus hijos, todo; pero lo que necesitan ellos
son padres valientes que trabajen duro en ellos mismos para darles lo
mejor de sí; los padres condescendientes se miden por lo mucho que
gastan en sus hijos, mientras que los padres valientes se miden por lo
que gana su familia con su trabajo.



Los padres condescendientes
hacen lo posible por resolverles todos los problemas a sus hijos
mientras que los padres valientes los dejan enfrentarlos,
permitiéndoles aprender de ellos; los padres condescendientes tratan de
evitarles sufrimientos a los hijos, mientras que los padres valientes
procuran dotarlos de las herramientas necesarias para superarlos; los
padres condescendientes se miden por los beneficios económicos que su
éxito profesional le ofrece a su familia, mientras que los padres
valientes lo que tienen en cuenta es qué precio están pagando sus hijos
por su éxito profesional.



Pero para lo que se necesita más
valentía aún es para no inventarnos toda suerte de justificaciones que
nos permitan decirle a los hijos "sí" cuando en el fondo del alma
sabemos que debemos decirles "no"; para no creernos nuestras propias
mentiras y convencernos que todo lo hacemos por su bien, cuando
realmente lo hacemos por el nuestro. Es urgente procurar que el poder
que como padres tenemos sobre los hijos no lo utilicemos para remediar
las carencias que les dejamos por nuestras debilidades y perpetuarlas
en nombre de una "bondad" mal interpretada.



Textos: Alma García



Powered by ScribeFire.

Google

03 junio 2007

La cesárea no es la solución

Como neonatólogo me toca ver muy seguido el dolor, la frustración y la rabia que produce un recién nacido con serios problemas; en el caso de un recién nacido con asfixia los padres critican la decisión obstétrica de nacimiento vaginal, algunos han solicitado la cesárea.
Existe la sensación de que la operación cesárea prevendría una asfixia, si este fuera el caso posiblemente todos los hospitales del mundo tratarían de que todos los partos se "resolvieran por vía alta" (como dicen los obstetras). Sin embargo grandes estudios demuestran que no es más segura para el niño y peor aún, aumenta la mortalidad materna en tres o cinco veces (aunque igual es muy baja), aumenta la tasa de hospitalizaciones por dificultades respiratorias del recién nacido, esto además secundariamente significa mayor riesgo de mortalidad o de otras enfermedades. Y por si fuera poco arriesga la vida de la madre y los hijos durante futuros embarazos, un útero con cicatriz se puede romper, sutilmente y provocar una placenta implantada dentro de las paredes o incluso en la vejiga, lo que puede provocar la muerte materna, o puede provocar rotura uterina. Otras complicaicones son: disminución de la lactancia materna, mayor índice de depresión post parto, de suicidio materno y de maltrato infantil y mayor índice de dolor después de las relaciones sexuales.
En resumen cuando piensen como va a nacer su bebé, vean que la cesárea es lo indicado en el mínimo de casos, que no es preventivo de asfixia en madres y niños sanos y que los riesgos no sobrepasen los beneficios.

Google